Sientes un dolor familiar que perfora tu corazón. Sin previo aviso, crece dentro de ti, capturando tu aliento, enjaulando tu estómago con una intensidad sorda, sofocando implacablemente tu corazón hasta que apenas puedes respirar. Se siente como el dolor de los días pasados: el dolor del pasado que llega para atormentar tu presente.
De repente, te sientes consciente de tí misma, hiperconsciente de los ritmos de tu movimiento. La suave palmada de tus pies contra el azulejo te parece estruendoso. Esperas con impaciencia a que la tormenta amaine, buscando a alguien que pueda rescatarte, convencidoa de que te juzgan por ahogarte en tu propio dolor. Pero los transeúntes permanecen ajenos a la tormenta que surge dentro de ti y amenaza con sobrepasar tu mente. Se mueven por la vida con una jovialidad que emulas desesperadamente mientras te hundes sin ninguna perspectiva de rescate.
El mundo se difumina en un caleidoscopio de color nauseabundo; una cacofonía de sonido penetrante y disonante. La risa se vuelve demasiado fuerte. Los gritos alegres se vuelven amenazantes. Tu corazón está acelerado, latiendo más fuerte y más rápido, como si estuviera a segundos de la combustión, pero apenas puedes oírlo por encima del abrumador entorno. Intentas fervientemente desear que todo desaparezca: la dura luminosidad y la cháchara estridente que se apodera de ti. Por favor haz que todo termine pronto.
Te sientes desconectado de tu propio cuerpo. Vagas sin rumbo, sin propósito, tu mente inconscientemente te maneja. Ya no notas los ritmos de tu cuerpo, solo que estás haciendo los movimientos, dejando que tu mente ansiosa te domine. En tu desorientación, te sientes mareado, como si estuvieras flotando. Tus pensamientos están tan borrosos que son indistinguibles. Solo queda un pensamiento persistente.
¿Es esto la realidad? ¡Esto no puede ser real!
Empiezas a criticarte como si fueras un niño, envolviéndote en un abrazo mental que, con fervor, esperas que sea lo suficientemente cálido como para calmar tus ansiosos pensamientos. Todo va a salir BIEN. Todo va a salir BIEN. Todo va a salir BIEN.
Lentamente, recuperas tu sentido de claridad. El mundo ya no es una nebulosa de ruido y actividad. Ves a la gente riendo entre sí, amable y suavemente, ya no con la sensación de abandono estridente que percibiste unos minutos antes. Las luces ya no parecen ásperas y cegadoras. Vuelve tu sentido de control: hay un propósito y una dirección en cada paso que das.
Sigues conmocionado por el engaño que ha causado tu ansiedad, deseando nunca más experimentar una desorientación tan poderosa que aprieta tu mente, aprisiona tus pensamientos y se niega a liberarte. Suavemente, susurras, "Está bien. Estás segura." Y, a medida que tu respiración se calma y los latidos de tu corazón vuelven a su ritmo, lentamente comienzas a creerte a tí misma de nuevo.
Artículo original en inglés
De repente, te sientes consciente de tí misma, hiperconsciente de los ritmos de tu movimiento. La suave palmada de tus pies contra el azulejo te parece estruendoso. Esperas con impaciencia a que la tormenta amaine, buscando a alguien que pueda rescatarte, convencidoa de que te juzgan por ahogarte en tu propio dolor. Pero los transeúntes permanecen ajenos a la tormenta que surge dentro de ti y amenaza con sobrepasar tu mente. Se mueven por la vida con una jovialidad que emulas desesperadamente mientras te hundes sin ninguna perspectiva de rescate.
El mundo se difumina en un caleidoscopio de color nauseabundo; una cacofonía de sonido penetrante y disonante. La risa se vuelve demasiado fuerte. Los gritos alegres se vuelven amenazantes. Tu corazón está acelerado, latiendo más fuerte y más rápido, como si estuviera a segundos de la combustión, pero apenas puedes oírlo por encima del abrumador entorno. Intentas fervientemente desear que todo desaparezca: la dura luminosidad y la cháchara estridente que se apodera de ti. Por favor haz que todo termine pronto.
Te sientes desconectado de tu propio cuerpo. Vagas sin rumbo, sin propósito, tu mente inconscientemente te maneja. Ya no notas los ritmos de tu cuerpo, solo que estás haciendo los movimientos, dejando que tu mente ansiosa te domine. En tu desorientación, te sientes mareado, como si estuvieras flotando. Tus pensamientos están tan borrosos que son indistinguibles. Solo queda un pensamiento persistente.
¿Es esto la realidad? ¡Esto no puede ser real!
Empiezas a criticarte como si fueras un niño, envolviéndote en un abrazo mental que, con fervor, esperas que sea lo suficientemente cálido como para calmar tus ansiosos pensamientos. Todo va a salir BIEN. Todo va a salir BIEN. Todo va a salir BIEN.
Lentamente, recuperas tu sentido de claridad. El mundo ya no es una nebulosa de ruido y actividad. Ves a la gente riendo entre sí, amable y suavemente, ya no con la sensación de abandono estridente que percibiste unos minutos antes. Las luces ya no parecen ásperas y cegadoras. Vuelve tu sentido de control: hay un propósito y una dirección en cada paso que das.
Sigues conmocionado por el engaño que ha causado tu ansiedad, deseando nunca más experimentar una desorientación tan poderosa que aprieta tu mente, aprisiona tus pensamientos y se niega a liberarte. Suavemente, susurras, "Está bien. Estás segura." Y, a medida que tu respiración se calma y los latidos de tu corazón vuelven a su ritmo, lentamente comienzas a creerte a tí misma de nuevo.
Artículo original en inglés
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